En una ocasión me sentía frustrada y con tristeza por no conseguir mis metas, había trabajado muchos años y aún no lograba lo que anhelaba.

Al día siguiente, que parecía ser cualquiera, estaba en mi taller pintando, cuando de pronto, en una corta búsqueda de inspiración, volteé a mirar hacia mi ventana y me encontré con un par de torcazas: una mamá y su pequeño pichón, ambas habían caído ahí. Mi reacción fue pararme a ayudarlos, pues pensé que por accidente se golpearon, pero decidí observar la situación y por sorpresa me encontré con esto:

La mamá torcaza le estaba enseñando a volar a su hijo. Ella volaba una y otra vez desde el árbol hasta el piso esperando que su hijo que se encontraba en el SUELO la siguiera. La distancia entre el piso y el árbol era muy alta  y el pichón no se animaba a seguirla, así que mamá torcaza decidió enseñarle a volar primero hacia un muro cercano que no era tan alto. El pichón logró seguirla al MURO. Desde el muro al árbol la distancia era más corta y ella pensó que su pichón se animaría a volar, pero no fué así.

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PASO 1 – MURO

Al ver que su hijo no la seguía hasta el árbol, mamá torcaza buscó otro peldaño, esta véz era una REJA cercana  que quedaba solo un poco más alta que el muro, entonces, el pichón se animó  y voló hasta ahí. Luego ella avanzó desde la reja al árbol, ¡ya estaba tan cerca!, pero su hijo aún necesitaba práctica con sus alas, desarrollar fuerza y las habilidades necesarias para volar a una distancia más alta, así que no la siguió. Mamá torcaza buscó otro peldaño y encontró un CABLE DE LUZ cercano a la reja. El pichón la siguió y desde cable volaron al ÁRBOL.  

Esta historia muestra cómo la madre torcaza con todo su amor buscó escalones para que su hijo aprendiera a volar. El pichón por su parte aprendía con paciencia, paso a paso los movimientos que haría por el resto de su vida. Y aunque aparentemete la meta para el pichón era el árbol,  la vida le estaba enseñando a fortalecer sus alas, a confiar en sus capacidades y a desarrollar una habilidad necesaria en su vida como ave.  

En ese momento reflexioné sobre lo que acababa de ver, me había estado presionando para avanzar más rápido y juzgaba el camino recorrido por aún no llegar a las metas que esperaba. En mi día a día pido para mi camino guía divina y  la vida me llevaba escalando peldaños que aunque no comprendiera eran experiencias necesarias para fortalecer mis alas, desarrollando habilidades que necesitaría para el resto de mi vida, de ahí vendría la confianza en mis capacidades. Finalmente la meta real  era mi desarrollo como ser humano podía elegir disfrutar el camino y aprender con amor en vez de juzgarme y presionarme.

La guía divina era como la mamá torcaza guiándome a experiencias que fortalecerán mis alas  y yo era como el pichón que estaba aprendiendo a volar.

La presión es igual al auto-saboteo, no permite disfrutar el camino. El pequeño pichón logró volar porque nunca se juzgó a sí mismo por no hacerlo en el primer intento, él no se repitió “soy un fracaso, no puedo lograr mis metas”, sino que se esmeró y, sin ninguna presión, aprendió lentamente el camino para llegar a ellas.

Cuando la tristeza y la frustración te invadan recuerda al pichón y a su mamá torcaza, quienes después de muchos intentos pudieron al fin volar juntos. Camina feliz al ritmo de tu alma, y lo más importante, ¡no te presiones!, valora cada paso en tu vida y hazlo con alegría, recuerda que estás aprendiendo a volar.

Miló Tenganá 🐦

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